Hace
unos días revisaba mis viejos apuntes de México y su realidad, me encontré
entonces los Acuerdos de San Andrés, esos que “diligentemente” firmó Emilio Chuayffet y después “desconoció”
diciendo que se había tomado unos chincholes.
Pues
bien, hace ya más de veinte años que esos “acuerdos” fueron signados por las
partes intervinientes y quizá acaban de ser veinte años de que el gobierno
federal (como una de las partes intervinientes) los desconoció y simplemente
los ignoró.
En
ellos, aunque no se reflejaban ni todos los temas, ni (los que se trataban) lo
eran en el grado de profundidad que debían tener, se tenían sustanciales
avances en materia de cultura indígena, reconocimiento de la diversidad
cultural nacional, necesidad de tratamiento judicial diferenciado y hasta en “autonomía”
de gestión indígena.
Pero
han pasado 20 años y en Campeche (por ejemplo) sólo la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos está traducida a lengua Maya, en Tabasco apenas en
2013 (el Instituto de Educación para Adultos de Tabasco) tradujo (sin validez
oficial) a tres lenguas locales la Constitución del estado; la
remunicipalización creo que sólo en Tlaxcala se realizó y de la redistritación electoral,
para dar cabida a representantes indígenas en los congresos locales y en el federal,
mejor ni hablamos.
Han
pues pasado veinte años e incluso a nivel legal las comunidades indígenas
(concebidas conforme al Acuerdo 169 de la OIT, signado por México) siguen sin
existir.
Pese
a todos los esfuerzos legislativos, los avances son pírricos (aunque en estados
como Chihuahua simplemente inexistentes).
Ellos
han esperado más de 500 años a que la justicia social les llegue, ellos
levantaron la voz hace ya 22 años, e señor Fox, en una de sus clásicas estupideces
dijo que en 15 minutos lo resolvía y ellos siguen esperando.
Hoy
grandes zonas (regiones indígenas) están organizadas, cuentan con capacidad de movilización
y tienen poco, muy poco, que perder (ya muchos han perdido la vida en espera de
que la justicia social llegue).
Hoy
las estructuras de poder local están podridas por la corrupción, por el
contubernio, por la connivencia de autoridades con criminales (organizados y
caciques locales) y una chispa puede prender la mecha del México bronco, pero
lo verdaderamente grave es que ni la autoridad local, ni la federal están
dispuestas a voltear a verlos y mucho menos a atenderlos.
Pero
ellos ya no pueden esperar otros veinte años y nosotros, en nuestra franja de
confort hacemos muy poco por que sean atendidos.
La historia no anda a saltos, la historia pondrá a cada
quien en su sitio, pero los puentes del arcioris no han sido cruzados y los
acuerdos han sido olvidados; ellos defienden su comunidad, nosotros nuestros "privilegios"
SALUD
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