En México, el “instrumento” que nos indica el número de
usuarios de drogas legales e ilegales es la Encuesta Nacional
de Adicciones (por cierto, la última disponible es de 2011) así que el
primer problema real respecto de ese fenómeno social es su desconocimiento; su
falta de rigor en la medición de un problema lleva a la incompetencia para
poder atacarlo.
Sólo por señalar alguna ciudad de los Estados Unidos,
digamos Filadelfia, ahí desde hace más de tres décadas existe información sistemática
del número de adictos, los hábitos de consumo y los grupos de riesgo (si hoy se
te ocurre preguntar a la administración local, te pueden decir que tienen 7,421
cocainómanos y los grupos de edad por sexo de ellos); la administración de esa
ciudad, la administración del estado de Pensilvania y la administración federal
destinan recursos para la prevención de adicciones, para la atención de
adicciones y para la rehabilitación de adictos.
Intenta hacer una pregunta similar en cualquiera de las
capitales estatales de este país y (cuando menos) te tachan de estúpido, cuando
en realidad la estupidez, incompetencia, torpeza y hasta corrupción es sólo
suya.
Bien, esa encuesta nos dice que en nuestro país el problema
de adicciones para población de 12 a 65 años de edad es de este tamaño:
Adicción
|
% de
la población
|
Personas
(e)
|
Uso en el último año de cualquier droga
ilegal
|
1.5
|
1’207,800
|
Consumo activo de tabaco en el último
año
|
21.7
|
17’472,800
|
Consumo alto de alcohol en el último
año
|
32.8
|
26’410,600
|
Para 2011 (año de la encuesta) apenas poco más de 1.2
millones de mexicanos consumían de manera regular alguna droga ilegal en
nuestro país, casi 17.5 millones (casi 15 veces más consumían tabaco de manera
regular y 26.4 millones (casi 22 veces más) alcohol.
Un problema no tan severo en cuanto a números; volviendo
a las comparaciones que tanto le gustan a nuestros “analistas” sociales,
según el National Survey on Drug Use and Health de Estados Unidos, casi 20
millones de norteamericanos consumieron en 2013 marihuana de manera cotidiana y
más de 7 millones consumían algún psicoterapéutico (prescrito) eso significa
más del 8% de la población del mismo estrato poblacional consume marihuana y casi
3% de esa misma población tiene prescrito algún psicotrópico.
No hay estudio científico alguno que señale, demuestre o
incluso considere de manera seria la dependencia orgánica respecto de la sustancia
activa de la marihuana; los científicos y estudiosos de la salud y esta droga,
lo más que afirman es que llega a generarse una dependencia psicológica entre
el consumidor y la cannabis, generalmente atribuida a cuestiones de inseguridad
del consumidor o a desviaciones de carácter.
Los mayores riesgos que se expresan respecto del
consumidor consuetudinario de marihuana es que tras algún tiempo buscarán
drogas más fuertes o consumirán otras drogas que si causan dependencia física.
Algunos estudios que valoran la dependencia psicológica,
señalan que algunos usuarios incrementan de manera importante el consumo de la
marihuana, tras periodos prolongados de uso, buscando una evasión de la
realidad.
Aun un consumo inmoderado de ese producto, no puede
llevar a una sobredosis, pues se requerirían algo así como 80 mil dosis para
lograrlo, lo cual no puede suceder.
Bien, ya conocido el tamaño del problema con drogas
ilegales (y legales) en México habrá que señalar que en materia de uso de
alcohol (principal problema de adicción nacional), desde hace más de una década
se han instrumentado y permanecen algunas medidas que permitieron atacar ese
flagelo; hoy el número de muertes como resultado del consumo de alcohol se ha
reducido de manera sustancial en la Zona Metropolitana del DF y algunas otras.
Si la marihuana no genera dependencia física, si la
marihuana no puede propiciar la muerte (por su efecto directo) y si el consumo
de esa droga hoy en México puede llegar a unos 1.2 millones de personas; será
necesario establecer, las principales áreas de consumo, los estratos
poblacionales consumidores y las causas de ese consumo; todo ello con miras a
la instrumentación de un gran programa de difusión, que proporcione información
científica respecto de los efectos y el daño social que causa.
Aunque quizá una reflexión pertinente y seria, sería
destinar menos recursos a la persecución de delincuentes y más a la prevención
de las adicciones; México destina un Ejército a atacar delincuentes y unos
cuantos pesos a informar para la prevención, cambiemos esa correlación.
SALUD
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